Siguiente parada... Lyon



Después de haber visitado el Santuario de Lourdes, nos esperan otros 700 kilómetros hasta llegar a nuestra siguiente parada, la bonita ciudad de Lyon.

En Lyon podemos encontrar la figura de San Ireneo de Lyon. Muchos os preguntaréis, ¿pero, quién es?

«A causa de su amor infinito, Cristo se ha convertido en lo que nosotros somos, a fin de hacer plenamente de nosotros lo que él es.» San Ireneo de Lyon, Siglo II d.C.

La figura de Ireneo ejerce hoy cierta fascinación porque nos permite palpar el mundo de los primeros cristianos. Nació y creció en el siglo II, en la ciudad de Esmirna, en la costa occidental de la actual Turquía. Allí oyó predicar al viejo obispo Policarpo, discípulo del apóstol Juan. Ireneo llegará a ser más tarde el segundo obispo de Lyón.
Nada se sabe sobre su familia. Probablemente nació alrededor del año 125, en alguna de aquellas provincias marítimas del Asia Menor. Tuvo el inestimable privilegio de sentarse entre algunos de los hombres que habían conocido a los Apóstoles y a sus primeros discípulos, para escuchar sus pláticas. Entre éstos, figuraba San Policarpo, quien ejerció una gran influencia en la vida de Ireneo. San Gregorio de Tours afirma que fue San Policarpio quien envió a Ireneo como misionero a las Galias, pero no hay pruebas para sostener esa afirmación.

Iglesia de San Juan, Lyon
Ireneo fue uno de los primeros pensadores cristianos que dio una forma sistemática a sus ideas. Los textos más importantes de él que han llegado hasta nosotros son los cinco libros Contra las herejías. Podemos sentir al leerlos, a pesar de su dificultad al abordarlos, hasta qué punto subraya ideas que todavía hoy son importantes para nosotros.

Se desconoce la fecha de la muerte de San Ireneo. Los restos mortales de San Ireneo, fueron sepultados en una cripta, bajo el altar de la que entonces se llamaba iglesia de San Juan, pero más adelante, llevó el nombre de San Ireneo. Esta tumba o santuario fue destruido por los calvinistas en 1562 y, al parecer, desaparecieron hasta los últimos vestigios de sus reliquias.

Lyon, la antigua ciudad de la seda

En su casco antiguo Lyón puede disfrutarse de todo aquello que fuera testigo de su crecimiento y por eso ha sido declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO, donde variados monumentos pueden visitarse y conocer un poco más de una ciudad que siempre ha estado en desarrollo y crecimiento.
Los viejos barrios de Lyón cuentan con un encanto especial, distinguiéndose por sus calles estrechas y los denominados “traboule“, pasajes que permiten atravesar los edificios pasando de una calle a otra a través de los patios de los edificios.
Espacios naturales de gran belleza como la Colina de Fourvière, la Colina de la Croix-Rousse, además del río Ródano le dan el marco encantador que la hace diferente y única.
Durante el Imperio Romano era la capital de la Galia, lo cual es evidente dentro de las estructuras que aún se conservan, pero después del siglo XIX, se convirtió en un centro muy importante en lo que se refiere a lo comercial.
Quizá la mejor manera de contemplar esa belleza es subiendo hasta la cima de la colina Fourvière donde se encuentra la Basílica de Notre Dame de Fourvière que fue levantada en el siglo XIX, desde donde tendremos una maravillosa vista de la ciudad.
Al descender la colina podremos visualizar los ríos Ródano y Saona ya que Lyon se encuentra situada en la confluencia de ambos. Así surgirán ante nosotros las ruinas de la antigua Lugdunum, un poblado de origen romano que data del año 43 a.C.
Siguiendo el recorrido hallaremos sus calles estrechas y al caminarlas podremos ver bellas mansiones de estilo florentino y la Catedral de San Jean con su mezcla de estilos románico y gótico.
El Hotel de Ville y la inmensa Place de Bellecour y la Opera de Lyon son también sitios imperdibles de ver y admirar.

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